viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 10- Sentimientos innecesarios

Harry cerró la puerta del coche de un sonoro golpe. Era noche cerrada, y había tenido que conducir dos horas para llegar de su tarde con los chicos, así que estaba realmente cansado. Caminó hasta la puerta, pero cuando llegó descubrió que no tenía las llaves. Deshizo sus pasos hasta el coche y rebuscó en la guantera. Nada. ¿Qué coño...?
 -¿Buscas esto?- susurró una voz salida de sus espaldas. Harry se giró, sobresaltado. Una chica, de pelo corto y rizo y grandes ojos verdes, agitaba el manojo de llaves con una sonrisa.
 -¡Sophia!- exclamó él.
 No había pasado ni un día, pero la había echado de menos.
 -Yo también me alegro mucho de verte, Harry.- contestó ella, lanzándole las llaves a la cara.
 -¿Qué hacías aquí fuera?
 -Tocar la guitarra un rato.
 Sophia señaló a su derecha, y Harry se percató de que al lado de la chica reposaba una guitarra española y un montoncito de hojas de papel.
 -¿Sabes tocar la guitarra?
 Sophia resopló.
 -Creo que eso resulta evidente.
 Harry sonrió.
 -¿Y te vas a quedar aquí?
 La chica negó con la cabeza.
 -Pues venga, traigo pizza.
 Mientras Harry sacaba las pizzas del maletero, Sophia corrió a abrir la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.
 -Y dime, ¿por qué saliste? La casa es muy grande.
 -No lo sé... Necesitaba un poco de aire fresco.
 El chico frunció el ceño. La semana que Sophia llevaba en la casa, había intentado llevar a cabo timidos acercamientos entre Taylor y ella. Pero ninguna de las dos se veía dispuesta a colaborar.

 -¡Pero es que es una estirada!- exclamó Sophia, encogiéndose de hombros.
 Harry le miró cortante.
 -No hables así de ella. Es mi novia.
 Sophia bajó la cabeza.
 -Lo siento. De verdad. No me gusta llevarme mal con la gente, pero... ¡He puesto de mi parte, de verdad! No sé qué más hacer...
 -No has puesto lo suficiente de tu parte, Sophia. Taylor es una chica estupenda. Pero tienes que darle  tiempo a conocerte un poco; es desconfiada, nada más...

 Cierto que, después de esa discusión con Sophia, ella había tratado a Tay con la más absoluta de las amabilidades. Pero la novia de Harry no era capaz de entablar una conversación con ella si no era con él haciendo de conexión entre las dos partes.
 Simplemente, no lo entendía. Eran dos chicas estupendas, ¿por qué no lo veían?

 -¡YA ESTOY EN CASA!- chilló Harry cerrando la puerta a sus espaldas.Las pizzas le quemaban las manos, así que apuró el paso hasta la cocina para dejarlas encima de la mesa.
 -¡Hola!- Tay apareció por la puerta medio minuto después, colgándose de su cuello sonriendo.- ¿Qué tal con los chicos?
 -Bien...
 -Me alegro. ¿Es eso pizza?
 Harry asintió.
 -Mmm... Yo no quiero.
 -¡Pero he traído dos!
 -¡Pues la guardamos para mañana!- contestó Tay riendo.
 El chico resopló.
  -Jo...
 -Sobrevivirás. ¡Voy al baño!
 Harry la miró marchar, sonriendo. Sentía que se olvidaba de algo, pero sacudió el pelo en un leve movimiento de cabeza y se dispuso a poner los platos.


 Sophia miraba a la puerta, con los ojos como platos. No podía creer lo que había pasado.
 Se disponía a entrar detrás de Harry, pero él le había cerrado la puerta en las narices.
 Sonrió tristemente. Seguramente había sido un descuido por parte del chico.
 Pero, ¿y si no lo había sido?
 Sophia se acercó hasta la barandilla del porche y miró al cielo. Hacia bastante tiempo que había oscurecido, y las estrellas brillaban en lo alto.
 Como le gustaría que dos ojos verdes observaran las estrellas con ella.
 -¡Oh, Sophia, cállate!- exclamó, hablando para sí misma.- Eres patética.
 Pero eso no hizo que sus pensamientos cambiasen.
 Con cuidado, pasó una de sus piernas por encima de la barandilla, dejándola colgando en el vacío. Se acomodó y pasó la otra pierna.
 Sonrió. Hacía mucho que no sentía esa sensación de libertad.
 Pero sabía que la situación no se alargaría eternamente. Y tenía miedo del final.
 -Qué estás haciendo, Sophia...- susurró, balanceando las piernas. Soltó un suspiro y apartó los remordimientos y los malos pensamientos de su mente.
 Cerró los ojos y levantó la cabeza, sonriendo.
 De verdad le gustaba esa sensación.

 -He tenido que entrar por la puerta de atrás, desgraciado.- exclamó Sophia entrando en la cocina. Harry levantó la vista, mirándola sin comprender.
 -¡Iba detrás tuya cuando me cerraste la puerta en toda la cara!
 -¡MIERDA! Fue sin querer, no me di cuenta...
 Sophia resopló.
 -¿Y Taylor?
 -Arriba. Ella no quiere pizza.
 -¿Y eso?
 Harry se encogió de hombros.
 -Imposible saberlo.
 La chica le ayudó a transportar las bandejas con la comida hasta el salón, mientras Taylor bajaba por las escaleras trotando.
 -¡Sophia!- exclamó al ver a la chica!.- ¡Mira lo que he encontrado!
 Ella miró a la chica rubia con cara interrogante.
 Tay abrió la palma de su mano, dejando a la vista una púa en tonos verdes y morados.
 -No la utilizo, está prácticamente nueva y me da pena, la voy a perder. ¿La quieres?
 Eh... ¡Claro! Muchas gracias, Taylor, es genial.- Sophia le sonrió, sorprendida. No se esperaba eso de ella.
 Tay sonrió.
 -Siento que empezamos con mal pié... ¿Paz?
 -Eso está hecho.
 Harry las miraba, boquiabierto. Realmente eran muy, muy raras.

 -Voy a guardar la púa en mi habitación y a lavarme los dientes, y después ya me cuentas que es eso tan importante que me quieres decir.- dijo Sophia subiendo por las escaleras de caracol. Harry la seguía, sonriendo.
 -¿Sabes? No he visto cómo ha quedado tu habitación. Y he oído cómo la re decorabas.
  Sophia se paró de pronto, en medio de las escaleras, y se giró para mirar al chico.
 -No sé si debería permitirte entrar.
 Harry rió.
 -No importa si no lo haces. Es mi casa.
 -¿Te he contado que sé boxeo? Apuesto lo que quieras a que soy más fuerte que tú.
 El chico se cruzó de brazos.
 -Eso de que sabes boxeo...
 -Ocho años de clases. Tres medallas de oro y cuatro de plata.
 Harry dejó caer los brazos.
 -¿Cómo puedo chantajearte?
 Sophia rió y siguió subiendo las escaleras.
 -Vamos, ¿qué quieres? ¿Dinero?
 -Nah.
 -¿Fama?
 -No me gustaría nada ser famosa.
 -¿Sexo? ¿Es eso?
 -¡¿TU ERES RETRASADO O FUMAS PEGAMENTO?!
 -Bueno, está claro. Quieres sexo.
 Sophia se dirigió al baño resoplando.
 -No contigo.
 Ains.- Harry cerró los ojos, sonriendo.- Eso ha dolido.
 -Ja, ja, ja.
 -No, ahora en serio. ¿No me vas a dejar ver tu habitación?
 Sophia le miró, con la ceja levantada.
 -Pues claro que puedes entrar.


 Recordaba que la habitación que le había prestado a Sophia era bonita. Un ventanal formaba la pared izquierda, cubierta por cortinas blancas de encaje. La pared del fondo, en la que habían colocado la cama, estaba tapada por estanterías de madera y un falso techo que hacía ángulo. La pared de la derecha eran armarios, un sueño cumplido para cualquier chica.
 Pero lo que vio Harry no se parecía en nada a lo que era en un principio. Las cortinas blancas ahora eran moradas, aunque las originales estaban debajo, lo que hacía que entrase menos luz hasta la cama. Probablemente Sophia tuviese problemas de sueño.
 Las estanterías estaban completamente llenas de libros, que Harry no reconocía como suyos. Y parecía imposible que los hubiese podido traer todos la chica.
 El falso techo estaba cubierto por cuatro pósters: uno de McFly, otro de Batman, uno apaisado de París y uno con fondo gris donde se podía leer "Forever Hungry".
 Y la pared libre, ahora estaba totalmente abarrotada. Un enorme corcho ocupaba las tres cuartas partes del espacio, lleno a reventar de cosas. Fotos, dibujos, páginas escritas tanto a ordenador como a letra, anotaciones, recordatorios... Parecía que todo el mundo de Sophia se encontraba amarrado a ese corcho.
 -Bueno, ¿qué te parece?- dijo Sophia, sentada en la cama.
 Harry silbó.
 -La has cambiado completamente, pero está preciosa.
 -La original era muy bonita, pero era demasiado fría. Necesitaba mi toque.- Sophia atravesó la cama haciendo la croqueta y se levantó para quedar justo en frente de Harry.- Puedes sentarte, no muerdo.
 Harry saltó encima de la cama, rebotando.
 -Estoy pensando en añadirle un dosel a la cama.
 -¿En serio?
 -Quedaría muy cuqui.
 -No te pega nada.
 -Lo sé.
 Los dos chicos rieron.

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