sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 24- Visitas y Misterios, Llamadas Bruscas de Teléfono.


Admitidlo, os encantan mis rimas en cuanto a títulos se refiere.

 Otra vez despierto. Primero abrir un ojo. Luego el otro. Estirar los brazos. Mirar hacia la derecha.
 Vacío de nuevo.
 Suspiro. Sentarse en la cama. Sacudirse el pelo. Frotarse los ojos.
 Todavía solo.
 Ahogar una mueca, levantarse.
 ¿A quién le vas a contar tus problemas cuando las mariposas lucen negras en Marzo?

 Harry cogió el teléfono y lo miró con furia. Tenía ganas de matar a alguien.
 -No me lo puedo creer. ¡Será zorra!
 Lanzó el teléfono de nuevo a la cama, y se levantó de un salto. Empezó a dar vueltas alrededor de la habitación, sin poder dejar de mover las manos.
 No sabía que hacer.
 ¿La llamaba?
 ¿Iba hasta su casa?
 ¿Mandaba a un sicario en su lugar?
 -¿Harry?
 Sophia apareció en el marco de la puerta, mirándole con el ceño fruncido. El chico se sobresaltó, no la había oído llegar.
 Le gruñó como saludo.
 -¿Qué ha pasado?
  Él le señaló el ordenador con un gesto de cabeza, sin dejar de moverse.
 -Eso es lo que ha pasado.
 La chica se acercó hasta el aparato y se sentó delante. Mientras le daba al play, Harry volvió a sentarse en la cama, dando golpecitos en el suelo con el pie.
 Necesitaba calmarse para decidir lo que hacer.
 Mientras tanto, Sophia miraba con la boca abierta el vídeo, hasta que este terminó.
 -¿Entonces...? Pero esto fue en Fin de Año...
 Se levantó y se acercó hasta el chico, que miraba al suelo con los puños apretados.
 -Me ha estado engañando, posiblemente más de una vez, y luego me ha hecho sentir culpable por haberme acercado a ti demasiado cuando seguía con ella.
 Dicho en alto, sonaba peor.
 -¡Pero es genial!- exclamó Sophia. Harry la miró con la ceja arqueada.- Bueno, a ver, me he expresado mal. Es genial que lo hayas descubierto.
 -¡Sophia, no sabes lo mal que me sentía por haberle hecho eso! ¡Por haberla engañado! ¡Y ni siquiera te había tocado!
 -Lo sé, tienes derecho a estar enfadado.- Ella se levantó de la cama y se agachó en frente del chico, para que sus caras quedasen a la misma altura.- Pero piénsalo. Si haces esto público, no digo que hables con la prensa ni des entrevistas sobre lo mal que te han sentado los cuernos; sólo con que mandes este vídeo a una revista cualquiera, tu reputación quedará limpia. Ya no serás el mujeriego que le puso los cuernos a Taylor Swift.
 Harry asintió, después de unos minutos.
 -De acuerdo. Pero.- dijo, cogiendo el móvil.- Pienso llamarla. Me lo debe. Se va a enterar.
 La chica no tardó en contestarle más de cuatro tonos.
 -¿Sí?
 -Que sepas, cerda asquerosa.- comenzó Harry obviando los gestos de Sophia.- Que me alegro mucho, no, muchísimo, que me hayas engañado en Fin de Año. No sabes cuanto. Así ya no tendré que sentir pena por ti cuando vea como te ponen verde en las revistas por guarra.
 Y, sin dejar tiempo a que la chica contestase, colgó.
 -Te has pasado.
 -Puede. Pero, ¿y lo a gusto que me he quedado?



Zayn cogió las llaves y salió de casa, dando un portazo. El taxi le esperaba; no había cogido el coche desde el accidente y no le parecía que aquella fuese la ocasión más apropiada.
 Saludó al conductor, que esperaba con cara de malas pulgas.
 -¿Sabe que el viaje le va a salir bastante caro, no?
 El chico se encogió de hombros.
 -El dinero no es el tema que más preocupado me tiene en estos momentos.
  El conductor se giró bruscamente y metió primera.

 Dos horas después, o al menos eso le había parecido a Zayn, el taxista frenó, delante de la gran verja.
 Le tendió dos billetes de cincuenta con una sonrisa.
 -¿Esto será suficiente?
 El hombre asintió, abriendo la caja para darle el cambio.
 -Quédese con lo que sobre.- dijo el chico, bajándose del coche.- Por las molestias.
 Observó como el hombre se marchaba y se giró.
 -Difícil, pero no imposible. Difícil, pero no imposible...- murmuraba, mientras empujaba la verja del cementerio de Mullingar, que se abrió sola.
 No había pisado muchos cementerios a lo largo de su vida, pero nunca le habían gustado. La sensación de estar caminando entre miles de vidas amontonadas, unas encima de otras, siempre le rondaba por la cabeza al entrar en los camposantos. Y ese día no iba a ser menos.
  Caminó unos cuantos metros hasta que dio con la mitad del cementerio, que era una gran explanada desde donde partían varios caminos, que desembocaban en diferentes santuarios y mausoleos. El de la familia Horan estaba ubicado al sur, justo al lado del muro que separaba el cementerio de la iglesia.
 Estaba a poca distancia ya, cuando escuchó ruidos. Se ocultó detrás de una estatua de un ángel y observó, en silencio.
 Como había deducido, una persona estaba delante del mausoleo de la familia de Niall. Era una mujer, vestida completamente de negro. Botas negras, vaqueros negros, jersey negro de cuello vuelto. Llevaba en pelo totalmente oculto en un gorro, también negro. Gafas de sol oscuras ocultaban su mirada del resto del mundo.
 El primer pensamiento de Zayn fue que sería alguna prima lejana de Niall, pero luego recordó que el chico siempre se quejaba de que en su familia eran todos tíos.
 La chica, que por la ropa y los gestos, debía de ser de su edad, se agachó y dejó un pequeño papel delante de la lápida de Niall. Se sentó y agachó la cara, mientras su cuerpo se convulsionaba. Estaba llorando, pero eran lágrimas silenciosas, casi imperceptibles. Parecía que se iba a romper en cualquier momento; que el viento se la llevaría consigo si no tenía cuidado de agarrarse a algo.
 Zayn decidió no acercarse.
 Unos minutos después, la chica se levantó sin decir nada y se alejó, pasando a escasos metros de Zayn, pero sin verle.
 Él la observó alejarse.
 No sabía quién podía ser, pero no era de la familia de su amigo.
 Se acercó hasta el mausoleo y se agachó donde, minutos antes, había estado la misteriosa chica. Encontró el sobre que había dejado, y lo cogió con cuidado. Por delante, con letra fina y negra, se podía leer "De K."
 El chico dudó, pero finalmente decidió dejar la carta donde estaba, sin abrirla.
 Se sentó y miró la lápida.
 Sonrió.
 Una mariposa negra se acercó revoloteando y se posó encima de su mano.









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