Especial de San Valentín, bitches!!
con todo mi amor
qué va, no sé qué es eso
Daphne
Harry y Sophia
Harry abrió los ojos. Estaba tumbado boca abajo en la cama de Sophia; las cortínas estaban abiertas, y la luz de la mañana bañaba su espalda. Sacudió la cabeza; poco a poco, los recuerdos de la noche anterior fueron llegando a su mente, en retazos e imágenes que le hicieron sonreír.
Sólo había una manera en la que Sophia podía estar más guapa que de costumbre, y era desnuda.
Giró la cabeza, esperando encontrarla tumbada a su derecha, pero no fue así. Las sabanas estaban apartadas, y el lado de la cama, vacío. Algo en el interior de Harry se rompió. ¿Significaba eso que sólo había sido un rollo más?
Se frotó los ojos. Seguramente no sería eso. Quizás era muy maniática, y no soportaba dormir acompañada... Mujeres.
Se sentó en la cama. Por alrededor del lugar donde, cinco minutos antes, el dormía, estaban esparcidas las prendas que ayer los dos se habían arrancado. Harry se levantó de un salto y agarró un jirón de tela azul que el día anterior había sido una camisa. Sí; arrancado era la palabra correcta.
Lentamente bajó las escaleras, pero se paró a mitad de camino, al oír un ruido en la cocina.
Quizás porque tenía muy reciente el allanamiento de morada con la foto del incidente de la salsa, o quizás porque siempre había sido un gallina, pero se le pusieron los pelos de punta. Deshizo el camino que llevaba recorrido y cogió el bate de beisbol. Silenciosamente, volvió a bajar los escalones, despacio.
Abrió la puerta de un golpe seco, bate en mano y completamente desnudo. La visión que se encontró no podía ser más pintoresca.
Sophia estaba sentada en el suelo de la cocina. Decenas de paquetes de galletas, patatillas, chocolate, incluso anchoas la rodeaban, creando un enorme círculo que ocupaba la mayoría de la estancia. La nevera estaba abierta, prácticamente vacía, como los armarios de las chuches, ahora desiertos.
Harry la miró con expresión horrorizada, mientras ella dejaba lentamente el paquete de Oreos en el suelo y le devolvía la mirada, culpable.
-Esto... Perdón por no haberte esperado para desayunar. Es que tenía mucha hambre.
Harry lanzó el bate de beisbol a un lado y suspiró.
-Por poco te reviento la cabeza.- dijo, sin poder ahogar una carcajada.
-Dicen que el sexo da hambre.- dijo ella, volviendo a coger las Oreos.- No puedo negarlo.
Harry volvió a reír, subiendo por las escaleras en busca de algo con lo que vestirse.
-¿No crees que esto está mejor?- dijo Harry, llevando la sartén con los huevos fritos hasta la mesa de la cocina. Sophia estaba sentada en cuclillas en la silla, mirando con ansiedad su plato vacío.
-Sí... Anchoas con Oreos no es una mezcla muy deseable.
-Podrías haberme despertado.
-No quería, se te veía muy cuqui durmiendo.- dijo ella, agarrando el huevo frito y lanzándolo hasta su plato.
Harry sonrió, cogiendo el otro huevo.
-Y, en Grecia, ¿qué desayunáis?
Sophia subió la cabeza, desconcertada.
-Comida.
El chico arqueó una ceja.
-Somos los de la dieta mediterránea, junto a España e Italia.- dijo ella.- Pan con aceite de oliva y esas cosas.
Él asintió.
-¿Lo has probado alguna vez?
-Sí, en Italia, me lo trajo Liam, yo estaba enfermo.- dijo Harry, sonriendo.- Tenía bronquitis, estaba fatal y no había comido nada en todo el día. Liam robó del catering lo primero que cogió, se dio cuenta de lo que era cuando me lo enseñó. Estaba bastante rico, pero no sé si era porque tenía el estómago vacío o por si estaba bueno de verdad.
Sophia sonrió de oreja a oreja.
-Está muy bueno.
-No más que tú.
-¡Cállate!
-¿Por qué?
-¡Me pones nerviosa!
-¿Ay, sí?- dijo él, levantándose de la silla despacio.- Vaya vaya, no tenía ni idea...
Sophia lo miró con los ojos muy abiertos antes de salir corriendo, escaleras arriba.
-¡Déjame!- grito ella, con la puerta de su habitación cerrada. Harry estaba detrás, empujando.- ¡Vete!
-¡No!
-¡AAAAAAHHH!-chilló ella, apartándose de golpe. La puerta cedió y Harry cayó al suelo, haciendo la croqueta hasta los pies de Sophia.
-Eso ha dolido.
-Te dije que te fueses. Espera.- dijo ella, caminando hasta el calendario.- Eres un plasta. Me tienes aquí encerrada, ¿Qué dia es hoy?¿Cuándo tengo que ir al dentista? Tenía la cita el... OH DIOS MÍO.
-¿Qué pasa?- preguntó Harry, levantándose de un salto, preocupado.
-Esto... ¿Sábes a que día estamos?
El chico la miró, ladeando la cabeza.
-A ver, antes de ayer era día doce, porque tenía que llamar a mi madre, así que hoy es... JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
-¡No te rías!
-¡Lo siento! ¡No tenía ni idea del día que era hoy!
-Seguro que lo hiciste a propósito.- dijo ella, tratando de liberarse del abrazo de oso del chico, que la empujó hasta la cama y se sentó al lado suya.
-Te prometo que no tenía ni idea.- dijo él, enroscando su dedo meñique en un rizo de Sophia. Ella se sonrojo.
-No te creo.
-Te quiero.- dijo él, y ella no pudo evitar sonrojarse más.
Louis y Eleanor
Louis estaba sentado en la mesa del salón, con el ordenador en sus rodillas. Esa tarde Liam y él iban al médico; iban a ir ayer, pero les habían pospuesto la cita. Habían quedado para después de comer, y tenía tiempo de sobra para hacer unas cuantas cosas...
-Chan chan, chararachanchan.- canturreó Louis al son de la musiquita de llamada del Skype. Era Eleanor, que estaba fuera de viaje. Se llamaban todos los días que alguno estaba fuera, siempre que pudiesen, pero ese día era especial.
Louis aceptó la videollamada, y se encontró a Eleanor con pelos de recién levantada y sin maquillaje.
-¡Feliz San Valentín, cielo!- exclamó ella, estirando los brazos y sonriendo.
-Feliz San Valentín, princesa.
-Jo, me encantaría estar allí...
-Ya, pero estás trabajando.- dijo él, sacudiéndo la cabeza.- ¿Qué tal Río?
-Es espectacular, ¡nunca había estado! Te encantaría, hace un clima genial, la gente es flipante, aunque no les entienda nada...
-Ya me imagino que te lo estás pasando bien. ¿No sabes nada de portugués?
La chica negó con la cabeza.
-¿Tú sí?
-Un poco, no demasiado...
-Ya sabía que tendría que haberte traído conmigo.
-O eso, o la Guía del Viajero.- dijo el chico, encogiéndose de hombros.- ¿A qué hora desfilas?
-Pues a las cinco, pero tengo que irme ya hasta allí para empezar con los preparativos y esas cosas...
-Bueno, eres una profesional, los vas a dejar embobados.
-No estoy muy segura, la mayoría son chicas más jóvenes.- dijo ella, haciendo una mueca.
-Pues eso. Vas a brillar entre tanta niñata.
La chica sonrió.
-¿De verdad lo piensas?
-¿Cómo no lo voy a pensar, boba? Les das mil vueltas.
Ella rió.
-Te noto un poco desanimado... ¿pasa algo?
-Pues esta tarde Liam y yo vamos al médico...
Eleanor se puso en tensión de pronto. Frunció el ceño, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro.
-¿Qué ha pasado?
-Bueno, nada, pero el otro día, ya sabes...
-¿Te ha vuelto a dar otro ataque?
-No, que va, estoy bien, pero nos han llamado del médico...
-Será mejor que vuelva. Cojo un vuelo y estoy allí.
-¡No, no!- exclamó el chico, revolviéndose en el sofá.- ¡De verdad! Seguramente será para los resultados de los análisis, nada más...
-Da igual, voy contigo.
-Eleanor Jane Calder.- dijo él, mirándo fijamente a la chica.- Respira profundamente y relájate.
-Pero...
-Hazlo.
La chica gruñó por lo bajo y le obedeció.
-Ahora escúchame. Es una revisión. Algo rutinario. Normal. Nada preocupante. No vuelvas.
-Pero yo...
-No quiero que vuelvas, El. Quédate ahí, pisa a esas enanas con esas piernas tan largas y preciosas que tienes, y me sentiré mejor.- le interrumpió él, guiñándole un ojo.
La chica suspiró, encogiéndose de hombros.
-Llámame en cuanto salgas del médico.
-Salgo a las cuatro y media. Estarás ocupada.
-Da igual.
-Te llamaré esta noche, ¿de acuerdo?- dijo él, sonriendo.
La chica asintió.
-No te preocupes, no es nada.
-Pero...-dijo ella, haciendo una mueca.- Bueno, vale.
Detrás de ella Louis escuchó una voz de hombre llamándola para que se diese prisa.
-Tienes que irte.
-No importa, puedo...
-Vamos, vete.- dijo él.
-No me gusta que me interrumpan.
El chico sonrió.
-Te quiero, El.
-Y yo a ti. ¡Acuérdate de llamarme!
Él asintió, cortando la conexión.
No estaba tan seguro de que todo lo que le había dicho fuese cierto, pero se sentía mejor sabiendo que estaba menos preocupada.
Meg y Zayn
Meg tuvo algunos problemas para guiar a Zayn hasta el ascensor, causados básicamente porque el chico no se quería separar de ella. Tuvo que arrastrarlo literalmente hasta la rampa, intentando hacerlo con delicadeza para no tirarle, pero el chico no ponía de su parte.
-Zayn...- consiguió balbucear.- ¿Podrías abrir los ojos? Tengo miedo de que te caigas...
El chico se separó de pronto, sonriendo, con marca de pintalabios rojo. Meg no pudo evitar soltar una carcajada, que disimuló con un ataque de tos.
Le cogió de la mano y lo condujo hasta la puerta del ascensor, abierta mágicamente. Entraron, Meg delante, Zayn detrás, y las puertas se cerraron delante de ellos.
Por más que revivió el momento, no consiguió ver con claridad el rápido movimiento del chico, pues al nanosegundo después de que el ascensor se pusiese en marcha ya lo tenía encima.
-Bú.
-Eres demasiado moreno para ser un fantasma.
-No sé de donde sacas eso.
Meg cerró los ojos, mientras las manos del chico recorrían su espalda. Ojalá se hubiese mudado al séptimo, y no se hubiese quedado en el tercero...
El ascensor se abrió de nuevo, pero el chico no se separó de ella. Cogió las llaves del bolso con una sola mano y abrió la puerta. Por suerte no había dejado puesto todos los cerrojos.
-Bueno... Bienvenido.¡Para! ¡Me haces cosquillas!
Entre risitas por parte del chico, Meg encendió la luz. El piso se presentaba completamente desordenado, con ropa tirada por todas partes. Ella suspiró. Esperaba que no hubiese ninguna pieza de ropa interior por allí tirada.
-Parece que ha pasado un tornado por aquí.- dijo el chico, con los ojos completamente abiertos.
-¡Por Dios, cierra un poco los ojos! Los tienes muy grandes... Das miedo.
El chico le hizo una mueca, mientras entraba al salón.
-Aparte de la ropa esparcida como objeto de decoración, he de admitir que tienes un buen gusto en lo que se refiere a muebles.
-Mi madre es diseñadora de interiores. Lo llevo en la sangre.
Zayn silbó, mirándola. Meg jadeó. Las luces del salón estaban apagadas... Estaba hiperventilando. Al chico le sentaba muy bien la oscuridad.
-¿Eso de ahí es un pez?
La chica miró hacia la pecera, donde Florentine flotaba, tan tranquilamente como siempre.
-Si. Se llama Florentine.
-Que bonito... ¿Es chico o chica?
Meg miró fijamente al pez y se encogió de hombros.
-Si te soy sincera, no tengo ni idea.
Zayn rió, sin dejar de mirar al pez, aunque la chica observó como le cambiaba la mirada.
-¿No vas a enseñarme el resto de las habitaciones?
Meg dio un respingo y se giró, rezando para que el chico no lo hubiese oído. Se metió en el pasillo, con Zayn pisándole los talones, y le llevó hasta su cuarto, que, en comparación con el resto de la casa, estaba bastante digno.
-Interesante que el resto de la casa esté patas arriba y el dormitorio no.- dijo él. Meg sintió su aliento en el cuello.- Seguro que estaba planeado.
Ella se giró bruscamente y le miró, con una ceja arqueada.
-No te lo voy a negar.
Meg abrió los ojos. Lo primero que vio fue la ropa tirada por alrededor de la cama, ahora ya igual de desordenada que el resto de la casa. Giró la cabeza, y descubrió a Zayn abrazado a las mantas, con los ojos cerrados y respirando profundamente. Estaba dormido.
No le podía culpar, habían pasado tres horas desde que habían llegado.
Meg giró la cabeza, soltando un suspiro. No se podía creer lo que había pasado.
Volvió a mirar a Zayn. Seguía allí. Imposible.
Volvió a suspirar.
-Para.- susurró para sí misma.- Vas a acabar despertándole.
Despertándole.
¡Despertando a Zayn Malik!
-Deja de pensar, ¡deja de pensar!
-Conozco al Doctor Gómez o al Richardson. ¿Cúal de los dos psiquiatras prefieres?- escuchó la chica a su derecha. Se giró bruscamente. Zayn estaba en la misma posición que antes, solo que con los ojos abiertos y sonriendo.-Tranquila, no me has despertado.
Meg también sonrió, mirando al reloj de la pared.
-Vaya, es la una de la mañana...
-¿De qué día, Meg?
La chica se sonrojó. Él se acercó hasta ella y la rodeó con un brazo.
-Quizás es muy pronto, y me esté precipitando, pero creo que te quiero, Meg Ryan.
Ella se acomodó sin separarse del chico y sonrió.
-Yo también creo que me quieres.
Danielle y Liam
-¡Hora de Aventuras llegó, coge a tus amigos y vámonos, con Jake el Perro y Finn el Humano, nos lo pasaremos guay ¡HORA DE AVENTURAS!
Liam salió del baño con una toalla anudada a la cintura, mientras iba canturreando la intro de Hora de Aventuras con el cepillo de Danielle a modo de micrófono.
Había quedado con ella para comer, pero había decidido que lo mejor sería quedarse en casa. Los paparazzis la ponían nerviosa, y los dos querían que fuese un día especial; después de la rachita que llevaban, querían un día en el que no hubiese malas noticias.
Liam se vistió apresuradamente, con lo primero que encontró. Danielle debía estar al llegar, y tenía que darse prisa.
Bajó las escaleras dando saltos y entró en el salón, ya decorado. Una mesa para dos ocupaba el centro de la sala, con los cubiertos colocados. Por toda la habitación había un montón de velas de colores, pero no aromáticas, porque Danielle decía que olían mal. Liam bajó las persianas y comenzó a encenderlas, rogando para que la chica no apareciese justo en ese momento.
Escuchó la cerradura abrirse justo cuando prendía la última vela. Se colocó de un salto detrás de la puerta, intentando mantener una expresión seria, aunque no lo consiguió y acabó sonriendo.
-Bienvenida, señorita.- dijo, poniéndose derecho. Danielle abrió mucho los ojos, sorprendida.
-¡Hola, amor!
-Pase, pase. ¿Me permite el abrigo?- dijo él, cogiéndole la chaqueta a su novia mientras esta pasaba.
-¡Cariño, está todo precioso! ¿Has tardado mucho? ¿No me dijiste que trajese pizza?
-Así es, madame.- contestó él.- Ha hecho usted bien.
La chica corrió a la cocina a dejar las pizzas, y volvió para abrazar a Liam de un salto.
-¡Ay, cuanto te quiero!
El chico rió, sin soltarla. La siguió hasta el salón.
-Permítame.- dijo Liam, separando la silla para que su novio pudiese sentarse.- La comida estará servida en unos minutos.
Caminó recto hasta la cocina y cogió las cajas de las pizzas, que dejó en la mesa.
-Bueno, ¿y que planes para esta tarde?
-Pues, tengo que acompañar a Louis al médico...
-Oh, vaya. ¿Está bien?
-Sí, si, no te preocupes. Pero a las cinco como muy tarde estaremos fuera, prometo que estar tarde soy toooodo tuyo, milady.
-Más te vale.
Los dos chicos sonrieron, mientras entrechocaban las copas llenas de Coca-Cola.
Ah, bueno.
EN COLABORIACIÓN CON
@ChristieNothing, que puso de su parte para la primera escena de Harry y Sophia.
¡Y GRACIAS A TODOS LOS QUE LEEIS ESTO, OS QUIERO!
Aunque no lo parezca.
No hay comentarios :
Publicar un comentario